viernes, 12 de agosto de 2011

6 de Noviembre de 2010/ Parte III


Al entrar en la comisaría Sara se embargó de ese aire tan familiar que le recordaba a San Antonio, a su padre, a Mariano, a su tías Silvia y Pepa y a lo que era básicamente su vida: el cuerpo de policía.

-El despacho de la jefa está arriba, en el segundo piso- le informó Lena- te acompañaré antes de ir a ponerme el uniforme.

-Vale.

Pasaron por delante de los cubículos en los que algunos agentes trabajaban en informes o casos, varios de ellos levantaban la vista para ver a la nueva y brillante agente española llegada desde Chicago, Sara Miranda. Los hombres quedaban complacidos al ver que la nueva subinspectora era una mujer muy atractiva y joven, pero Sara apenas se percató de las miradas porque estaba más ocupada mirando absolutamente todo a su alrededor, le gustaba observar cualquier entorno en el que se hallara, como le había enseñado Natalie.

El segundo piso eran todo despachos y salas para reuniones o para el descanso. Al fondo se encontraba el despacho de la inspectora jefe Cristine Dreyfuss, en el que las chicas se detuvieron. Lena llamó a la puerta y esperó a que la jefa diera el permiso para entrar.

-Buenas tardes jefa- saludó.

-Buenas tardes agente McBean- contestó la mujer de unos 50 años desde la mesa con una sonrisa cortés, tenía los ojos azules y el pelo muy rubio, era delgada y alta.

-Jefa, esta es la subinspectora Sara Miranda de Chicago- la presentó, Sara sonrío y estrechó la mano de la inspectora.

-A sus ordenes inspectora- saludó.

-Siéntense- dijo la mujer tras una leve pausa evaluadora y un asentimiento.

-Con su permiso jefa, pero me gustaría ir a cambiarme para seguir con el caso del almacen- dijo Lena- creo que no soy necesaria aquí.

-De acuerdo McBean, vaya- aceptó, Lena salió del despacho y Sara tomó asiento frente a la inspectora- así que es usted española.

-Así es, de Madrid- contestó Sara orgullosa.

-Pero se formó en Chicago- la mujer estaba hablando mientras leía lo que parecía ser un informe sobre Sara.

-Sí, vivo en Estados Unidos desde hace casi cuatro años- informó.

-Pues en sólo cuatro años ha hecho usted bastantes méritos en el cuerpo- observó Cristine con un gesto de admiración, la chica parecía tener muy buena proyección- ¿por qué escogió ser policía?

Sara sonrió ante esa pregunta que tantas veces había oído.

-Podría decirle cualquier cosa como que me gusta contribuir a la protección de los ciudadanos y velar por el cumplimiento de las leyes o algo así y no estaría mintiendo- sonrió haciendo una pausa y consiguiendo que la jefa la escuchara atentamente- pero lo cierto es que escogí ser policía porque la persona más buena que conozco en este mundo es policía.

Cristine Dreyfuss supo que había dado con la agente que necesitaba tras esa respuesta, aún sin saber a quién se refería.

-¿De quién se trata?- preguntó entonces.

-De mi padre, el comisario Francisco Miranda- Sara no podía evitar destilar orgullo en la voz cuando nombraba a su padre.

-Me parece una de las respuestas más sinceras y cabales que he escuchado en años- alabó la mujer sinceramente- así que le deseo mucha suerte en su nuevo puesto, dígale a la agente McBean que la lleve con su superior directo, él le dará la placa y la reglamentaria y le asignará un caso.

-Gracias inspectora, un placer conocerle- Sara sonrió haciendo que la mujer sonriera como acto reflejo dándose cuenta de que la alegría de su nueva agente era contagiosa, lo cual vendría muy bien al equipo.

-Lo mismo digo subinspectora Miranda.

Sara salió del despacho satisfecha con la entrevista y contenta de que la jefa no fuera una tipa demasiado dura. Se dio cuenta de que no sabía dónde estaba Lena así que decidió bajar y preguntar a uno de los agentes que se encontraban en los cubículos.

-Hola, buenas tardes- saludó a un hombre de unos 40 y pocos años con el pelo algo canoso y expresión amable, el hombre levantó la vista del ordenador y frunció el ceño- soy la subinspectora Sara Miranda, acabo de llegar y necesito saber si ha visto a la agente McBean.

El hombre relajó la expresión que pasó a ser de sorpresa, Sara vio como la miraba de arriba abajo evaluándola. Estaba acostumbrada a eso, los agentes veteranos no se esperaban a una subinspectora tan joven, pero con el tiempo ella sabía demostrar su valor.

Peter Turner decidió no hacer ningún comentario sobre la juventud de la nueva subinspectora, ya que al fin y al cabo era su superior y lo mejor era empezar con buen pie.

-Buenas tardes subinspectora- contestó al fin el hombre poniéndose en pie- soy el agente Peter Turner, desde ahora a sus ordenes- se dieron la mano- y creo que la agente McBean está en los vestuarios, por allí- el hombre señaló una puerta azul en la pared frente al cubículo y Sara se dirigió allí tras darle las gracias.

Llamó a la puerta y tras escuchar un “adelante”, entró en el vestuario, bastante más grande que el de San Antonio y el de Chicago. Lena estaba sentada poniéndose los zapatos del uniforme, llevaba el pantalón y la camisa, el pelo se lo había recogido en una cola y se había colocado en cinturón con la reglamentaria.

-La verdad es que la jefa es simpática- comentó Sara sentándose sobre la encimera donde estaba el lavabo.

-Depende del día- Lena se encogió de hombros sonriendo- bueno, ya eres oficialmente mi superiora.

-En realidad aún no- contestó Sara- me falta la placa.

-¿No te la ha dado la jefa?- preguntó Lena con asombro.

-Me ha dicho que me acompañes al despacho de mi superior directo para que él me la entregue junto a la reglamentaria- explicó.

-¡Mierda!- exclamó Lena poniendo la cabeza entre las manos- ¡joder, mierda!

-¿Qué pasa?- se extrañó Sara sin entender nada.

-Tenía la esperanza de irme a hacer la guardia sin pasar por el despacho del inspector porque en realidad debería haber llegado hace una hora- Lena levantó la cabeza abatida- me va a caer la de Dios.

Entre eso y lo de la guardia hasta las cinco de la noche, a Sara le estaba empezando a dar verdadero pánico conocer al inspector.

-No tienes que acompañarme- dijo saltando al suelo- sólo dime donde está el despacho y yo iré.

-Ni hablar, si la jefa ha dicho que vaya, voy- la morena se puso en pie y abrió la puerta del vestuario- vamos.

Sara se encogió de hombros y la siguió. Volvieron a subir las escaleras y llegaron hasta la tercera planta, donde Sara vio dos salas de tiro y una especie de cafetería. Había una puerta justo al lado de la sala de tiro que parecía más grande y allí fue donde se dirigió Lena.

-Espero que te trate bien solo por ser también española- dijo Lena mientras esperaba a que desde dentro les dejaran pasar.

-¿Es español?- preguntó Sara muy asombrada, lo cierto es que no había sabido nada de quienes serían sus superiores hasta ahora.

A Lena no le dio tiempo a contestar porque se oyó un “adelante” que les dio el permiso que esperaban. Al abrir la puerta, Sara solo pudo ver una silla vacía tras un escritorio en el que había una taza y muchos papeles esparcidos.

-¿Dónde está?- preguntó en un susurró a Lena.

-En la sala de tiros- contestó la morena señalando hacia una puerta que daba directamente a dicha sala- cuando no está fuera en alguna misión, se la pasa allí descargando la mala leche que tiene.

-Joder con el jefe- murmuró Sara.

-Inspector, soy Lena- anunció la chica- vengo con la nueva subinspectora.

-Joder McBean, ¿dónde coño estabas?- Sara se encogió, en parte por la furia de ese grito y en parte porque esa voz le resultaba extrañamente familiar- ¿y de qué nueva me hablas?

Entonces a Sara Miranda se le heló la sangre desde la cabeza a los pies. La voz se había ido acercando hasta que el inspector apareció en la puerta que comunicaba con la sala de tiros.

-Sara, este es el inspector Lucas Fernández- presentó Lena a pesar de que ninguno de los dos la oía- inspector, la subinspectora Sara Miranda.

2 comentarios:

  1. Qué bueno!!! Porfavor, sigue así!!! Me intriga mucho!!!

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  2. Siempre es lindo que vuelvan las ilusiones a uno, leyendo sobre la más hermosa y tierna historia de amor televisiva. Que transcurra en EE.UU me recuerda a Povedilla hablando en inglés jeje.
    Un saludo ;)

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