viernes, 12 de agosto de 2011

6 de Noviembre de 2010/ Parte II

El taxi se detuvo frente a un edificio de tres plantas en una calle que a Sara le pareció muy típica de Brooklyn con sus edificios de apartamentos de tres y cuatro plantas, todos pegados y con un promedio de ocho ventanas. Pagó al taxista y bajó del taxi, cogió las maletas del maletero y localizó el número 122 en los edificios que tenía enfrente. Se acercó, llamó al timbre del segundo piso y esperó.


-¿Quién es?- preguntó una voz somnolienta al cabo de unos dos minutos.

-Soy Sara Miranda- contestó.

-Oh, claro- dijo la chica con un marcado acento neoyorkino- sube.

Oyó el sonido de la puerta abrirse y entró al edificio, el recibidor estaba pintado en tonos claros y bien decorado, con un paragüero, un perchero y un pequeño mueble con espejo, en el que se miró unos segundos. Tenía el pelo un poco encrespado por el tiempo, que era húmedo y frío a principios de noviembre, el maquillaje no había sufrido mucho por el viaje porque Sara usaba más bien poco, así que decidió que estaba bastante presentable y se encaminó al segundo piso. Solo había una puerta a la que llamar, así que eso hizo. A los pocos segundos le abrió una chica de unos 30 años más o menos, un poco más baja que ella, con el pelo mu liso y negro y unos ojos clarísimos. A Sara le recordó inmediatamente a Katy Perry. Tenía pinta de estar recién levantada porque estaba despeinada y con los ojos entrecerrados.

-Siento recibirte así- se disculpó tomando a Sara del brazo y arrastrándola dentro del apartamento- pero ayer el jefe nos tuvo hasta las 5 de la mañana de guardia frente a un supuesto almacen de coca.

-Pues siento despertarte- contestó Sara con una sonrisa a la vez que echaba un vistazo a su alrededor- ¿puedo?- dijo haciendo alusión a echar un vistazo al apartamento.

-Por favor- la chica se tiró sobre el sofá de dos plazas

El apartamento era muy singular, estaba decorado en tres tonos: negro, rosa claro y blanco. Al entrar a la derecha había dos puertas negras que supuso que eran las habitaciones; tras pasar bajo una especie de arco en la pared izquierda había un escritorio blanco con un ordenador y una lamparilla negra, a la derecha había una estantería empotrada en color negro con varios objetos de porcelana blanco, la pared tras el escritorio era de rayas negras y blancas, una puerta daba paso a la cocina; al pasar otro arco se entraba en la sala de estar con un sofá de dos plazas, uno individual y muebles negros, las paredes de un rosa muy claro al igual que los cojines y los objetos de decoración, el televisor estaba escondido en una especie de mueble de tela negra que parecía un armario y tras el sofá había una mesa un poco más alta que la anterior con un par de sillas y otro armario, de madera rosa muy coqueto.

Sara se fijo en que en la pared derecha de la sala había como una ventana rectangular que daba a la cocina y otra puerta blanca. Volvió sobre sus pasos y entró en la cocina, quedando encantada. El espacio era pequeño, pero muy bien aprovechado y decorado, los muebles eran blancos, había cafetera, horno, nevera, placa eléctrica, campana extractora, un gran fregadero y mucho espacio en muebles. Sara volvió a la sala y atravesó la puerta blanca, era una de las habitaciones y por la cama desecha supuso que era la de Lena, tenía una gran cama blanca tras la que había una ventana y unas cortinas blancas que hacían también de cabecero, había también dos mesillas de noche negras y un armario del mismo color. Volvió a salir y miró a Lena dormida en el sofá, a Sara le hizo mucha gracia que la chica no pudiera ni siquiera mantener los ojos abiertos por cortesía e imaginó lo duro que sería su nuevo jefe.

Se dirigió a las dos puertas negras de la entrada y abrió una al azar, era un baño muy pequeño, decorado con azulejos negros hasta la mitad de la pared y el resto pintada de rosa claro, había cuadros con fotos en blanco y negro, una bañera de mármol blanco, un mueblecito con un espejo y un váter con la tapa negra. Sara salió de allí y atravesó la puerta contigua, era la otra habitación, su habitación. La cama era también grande, con un cabecero dorado y la colcha del mismo tono, tras ella había una gran cortina blanca que tapaba el ventanal y ocupaba toda la pared, la chica se acercó y la descorrió un poco, dándose cuenta de que escondía también unas estanterías a ambos lados de la cama tras las mesillas de noche, en la pared de la puerta había otra puerta más pequeña que daba paso a un cuarto que hacía de vestidor y en la esquina frente a la cama un sillón y una mesilla junto a otra ventana. La habitación le encantó, al igual que todo el apartamento, se dijo a sí misma que en cuanto Lena despertara la felicitaría por su buen gusto con la decoración.

Para eso tuvo que esperar dos horas, le dio tiempo a comer algo y a deshacer sus maletas antes de que la chica apareciera en la puerta de su nueva habitación con una sonrisa de disculpa pintada en la cara.

-Lo siento- dijo sonando realmente muy arrepentida- siento haberme quedado dormida y haberte dado una pésima bienvenida.

-No te preocupes- contestó Sara desde el sillón donde estaba sentada con su ordenador portátil- nadie mejor que yo para entender lo duro que es hacer una guardia de noche.

-Gracias- Lena entró en la habitación y se sentó en la cama- ¿te gusta?

-Me encanta- dijo sonriendo- es precioso, tienes un gusto fabuloso para decorar.

-¡Oh, que va!- exclamó riendo- es mi hermana la que ha decorado esto, es decoradora profesional.

-Pues es muy buena.

-Sí que lo es- asintió- bueno dime, ¿tienes hambre?

-He comido algo mientras dormías- contestó con tono de disculpa- me ha dado lástima despertarte así que me he preparado un sandwich.

-No te preocupes, esta también es tu casa ya- dijo la chica poniéndose en pie- entonces yo voy a comer algo y luego vamos a comisaría, la inspectora jefe nos espera a las cuatro.

-Por supuesto, voy a cambiarme- Sara vio salir a Lena y tras apagar su ordenador se dirigió al armario para cambiarse de ropa.

Escogió unos tejanos oscuros, unas botas de caña alta negras y una chaqueta del mismo color, yendo toda de oscuro quería parecer profesional y causar buena impresión. Después de recogerse el pelo en una coleta alta salió de la habitación y se encontró con Lena que salía de la suya.

-¿Lista?- le preguntó, Sara asintió y juntas salieron del apartamento.

El coche de Lena era un escarabajo negro muy chic que las llevo por las calles de Nueva York y el famoso puente de Brooklyn, con el que Sara quedó alucinada, hasta el mismísimo Manhattan, concretamente al Upper West Side, donde en el número 120 de la calle 82 se encontraba la comisaría del distrito 20 de Nueva York. Lena entró en el parking privado donde Sara calculó que habría unos diez coches patrulla con las siglas de la policía de Nueva York: NYPD.

-Pues aquí estamos- dijo Lena con un suspiro- vete acostumbrando al triste color gris de este edificio porque vas a pasar aquí horas y horas.

-Lo estoy deseando- contestó Sara emocionada con la vista en el gran edificio de tres plantas.

-Lo que estás es loca- rió Lena echando a andar hacia la puerta.

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